Han pasado casi cuatro meses desde que se confirmó el 28 de febrero del 2020 la llegada del COVID-19 a México, la pandemia que trajo consigo grandes cambios para todos nosotros. De pronto, comenzamos a escuchar que necesitábamos guardar distancia física con nuestros conocidos, compañeros de trabajo, amigos, familiares y cualquier otra persona con la que tuviéramos contacto, además, se anunció que era necesario extremar medidas de higiene como lavado de manos, uso de gel antibacterial e incluso, se recomendó bañarse y cambiarse de ropa al llegar a casa. Vimos la controversia que se dio entorno a si el uso de cubrebocas ayudaría o no a prevenir contagios y después vinieron dos meses de confinamiento, mismos en los cuales solo se permitieron actividades esenciales, quienes tenían las condiciones para trabajar desde casa lo hicieron, sin embargo, también estuvieron los que necesitaban salir pues era la única forma de llevar el sustento a casa, muchos empleos se perdieron y comenzamos a vivir una vida muy distinta a la que estábamos acostumbrados pues cambiaron nuestras rutinas y hábitos. Aún con todo esto, todavía existía y quizá sigue existiendo incredulidad ante la existencia y afectación de este virus, pero, conforme avanza el tiempo cada vez más personas podemos darnos cuenta que es una realidad, pues experimentamos de cerca contagios o pérdidas de conocidos, amigos y seres queridos lo que naturalmente nos puede generar incertidumbre, miedo y tristeza.
Como ya les había comentado anteriormente en el artículo “Calma y salud emocional en tiempos de COVID-19” en situaciones donde existe incertidumbre es totalmente aceptable sentir miedo y preocupación pues estas emociones nos alertan y nos ayudan a estar preparados para afrontar las situaciones imprevistas que pudieran ponernos en peligro. Sin embargo, la angustia puede generar desesperación, sentimientos de impotencia, malestar emocional y físico; impidiendo, en muchas ocasiones, actuar ante circunstancias difíciles y buscar soluciones para la resolución de problemas. Por ello, es sumamente importante reconocer los momentos de angustia y aprender a tranquilizarnos; darnos cuenta que es normal sentir miedo, preocupación, tristeza y otras emociones ante la incertidumbre, puede ayudarnos a vivir esas emociones de una forma más saludable y evitar que nos quedemos solo con angustia. Creo que el amor es la mejor forma de alejar esta dañina emoción ya que nos permite dar y recibir apoyo, lo que contribuye a la esperanza y fortaleza tanto de los otros como de nosotros mismos. A continuación, les comparto tres recomendaciones para fortalecernos y fortalecer a otros por medio del amor.
- Demostrar con actos el amor: recuerda que la distancia física también es una muestra de amor pues nos ayuda a cuidar del otro, sin embargo, esto no quiere decir que también debamos mantener distancia emocional; demuestra amor a tus seres queridos por todos los medios posibles, llamadas telefónicas, videollamadas, mensajes, llevando alimento o cubriendo necesidades básicas, saludando desde la ventana, la puerta o el auto, en fin, lo más importante es hacerles saber lo valiosos que son para nosotros, esto brindará esperanza, fortaleza y mayor tranquilidad tanto a nuestros seres queridos como a nosotros mismos.
- Ayudar al prójimo: estamos viviendo tiempos difíciles donde podemos observar grandes necesidades, una forma de evitar la angustia al darnos cuenta del sufrimiento de otras personas es precisamente brindando nuestra ayuda tanto como nos sea posible. Definitivamente existen necesidades o cuestiones que, aunque deseemos, no esta en nuestras manos resolver, sin embargo, podemos examinar en cuáles sí podemos aportar o poner nuestro granito de arena. Sentir que hacemos todo lo que está en nuestras manos para contribuir a mejorar situaciones que nos causan malestar emocional es una de las mejores medicinas para la angustia.
- Aceptar y agradecer cuando se nos brinda apoyo: aprender a recibir el amor y la ayuda de los demás también dará descanso a nuestra alma, a veces, la carga puede ser muy pesada y aunque podemos estar acostumbrados a resolver las situaciones por nosotros mismos, darnos cuenta que contamos con personas que nos quieren aumenta la fe y la esperanza, nutre y fortalece, lo que puede renovar nuestra energía para seguir multiplicando el amor y enfrentando las situaciones conflictivas o difíciles que se nos pudieran presentar.
Deseo que estas recomendaciones les ayuden tanto como me han ayudado a mí, que Dios guíe sus caminos, los llene de fortaleza, esperanza y amor.